Básicamente los techos continuos se pueden instalar a partir de 2 tipos de materiales: el yeso laminado y la escayola.
Son sistemas de techos que se instalan a partir de una estructura superior de acero galvanizado en las que las placas se atornillan y que precisan de un acabado posterior a base de pasta de juntas en varias pasadas y cintas para cerrar y/o disimular las uniones entre ellas.
Los techos continuos, a pesar de ser muy económicos, suelen encarecerse bastante justamente por los trabajos previos de preparación y de los de acabado. Son techos que precisan con el tiempo de un cierto mantenimiento, sobre todo en pintura, y aunque acústicamente pueden tener un buen nivel de aislamiento (siempre que instalemos techos continuos de yeso laminado con prestaciones acústicas), adolecen de corrección y absorción del ruido.
Los techos continuos son llamados también “techos fijos” porque no pueden ser desmontados y colocados de nuevo, por lo que la característica fundamental tan demandada de accesibilidad y registrabilidad queda también anulada.
En cambio, con los techos desmontables estos inconvenientes quedan resueltos. Con los techos registrables, los montajes son sencillos, rápidos y limpios, los diversos materiales de los que están hechos tienen elevadas propiedades acústicas, y las placas, sobre todos si son metálicas, carecen de mantenimientos con lo que la posibilidad de registrar las instalaciones técnicas instaladas en el “plenum” es absoluta; basta con levantar una placa y acabados los trabajos de nuevo volver a colocarla en su sitio.